Fandangos y tonadillas: danza, música y declamación con el espíritu jocoso-sensual del XVIII español
17 de enero, Madrid, Teatro de la Comedia
Con dirección de escena de Laura Ortega y dirección musical de Alicia Lázaro, Fandangos y tonadillas es una visita jocoso-sensual al espíritu del siglo XVIII español en la que las notas de Boccherini, Blas de Laserna, Pablo Esteve o Antonio Soler se enmarcan en una puesta en escena sin tiempo definido, sin época concreta. También en el escenario, la estupenda interpretación del sexteto de cuerda y clavecines formado por Beatriz Amezúa, Marta Mayoral, Laura Salinas, Alicia Lázaro, José Ignacio Gavilanes y Silvia Márquez.
RESEÑA
OPERA WORLD | 19/01/2021 | Cristina Marinero
La verdad es que todo proyecto escénico protagonizado por Ángel Ruiz ya parte de una posición privilegiada. Lo del actor que algunos identifican ahora con su personaje de Federico García Lorca en la serie El ministerio del tiempo es de otro mundo. Todo lo hace bien. Si estuviese en Hollywood sería un Billy Cristal o talento similar. Por eso, cuando se inicia la función de Fandangos y tonadillas, coproducción, estrenada en el Teatro de la Comedia, entre la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) y la Compañía Nacional de Danza (CND), y aparece él, la vida es más bella. Siempre.
Con dirección de escena de Laura Ortega y dirección musical de Alicia Lázaro, Fandangos y tonadillas es una visita jocoso-sensual al espíritu del siglo XVIII español en la que las notas de Boccherini, Blas de Laserna, Pablo Esteve o Antonio Soler se enmarcan en una puesta en escena sin tiempo definido, sin época concreta. También en el escenario, la estupenda interpretación del sexteto de cuerda y clavecines formado por Beatriz Amezúa, Marta Mayoral, Laura Salinas, Alicia Lázaro, José Ignacio Gavilanes y Silvia Márquez.
Ángel Ruiz, como maestro de ceremonias inicial, nos introduce en esta fiesta que pone en valor los intermedios de música y danza de las representaciones populares ofrecidas en el XVIII desde Año Nuevo a Cuaresma, pasados por el tamiz contemporáneo. Sobre todo en el caso de la danza, donde los coreógrafos Pau Aran (artista invitado del Tantztheater Wuppertal, fundado por Pina Bausch) y Mar Aguiló (quien continúa su camino como creadora, tras co-coreografiar el verano pasado Arriaga, en la CND, junto a Joaquín de Luz y Pino Alosa) extienden su bagaje de movimiento expresivo por las notas siempre deliciosas de los compositores del Siglo de las Luces.
Los bailarines Yoko Taira, Isaac Montllor, Sara Fernández e Iker Rodríguez, junto a Aguiló, comparten escenario, además de con Angel Ruiz, con los cantantes-actores María Hinojosa, Cecilia Lavilla y Rafa Castejón. Lo mismo para evolucionar como acompañamiento dinámico en alguna de las escenas, como también verdaderos protagonistas de ciertas piezas, compaginando su movimiento con actitudes ya divertidas, ya sensuales y siempre atemporales. Eso sí, ver la cualidad de movimiento de Iker Rodríguez es toda una fiesta de por sí, porque su desestructuración corporal se une a su belleza y potencia su carisma. El joven bailarín de la CND está hecho para el estilo articulado de Mar Aguiló y ambos, junto a Sara Fernández, acercan el Fandango, de Boccherini, a una sensualidad muy Robert Palmer y su Simply Irresistible noventero.
El espíritu de Fandangos y tonadillas nos hace viajar en el tiempo a través de las letras de las canciones, cuasi-documentos del ambiente del siglo XVIII que lo mismo ponen el foco en el público, aquellos paseantes de Las murmuraciones del Prado, de Blas de Laserna, que en las dificultades de los cómicos en los períodos en que los teatros estuvieron cerrados a final de la centuria (Arbitrio para comer, de Pablo Esteve). El hilo conductor es un fino argumento que parte de El italiano fingido, de Ramón de la Cruz: para que los personajes protagonistas puedan pasárselo bien, les hace falta un tenor. Y, todo, iluminado por Irene Cantero, dramaturgia de Juan Menchero y con el siempre delicioso Passacalle, de Música nocturna de las calles de Madrid, de Luigi Boccherini, además de su Ritirata que, al final, nos pone frente al espejo de aquel momento, cuando también había toque de queda.